El pasado 15 de noviembre el Jubilar Villa Rosita celebró un acto muy especial en el que sus miembros estuvieron acompañados por numerosas personas de otras cooperativas de cohousing que asistieron para felicitarles y conocer este nuevo referente de las viviendas colaborativas en Torrelodones (Comunidad de Madrid). Varias socias ya viven en el cohousing y otras se están mudando. En el mes de enero esperan estar ya todas juntas en lo que no dudan como calificar de «sueño hecho realidad».
«Empezamos así, un grupo que dijimos: queremos seguir juntos, cómo podemos seguir juntos, hay esta posibilidad, vamos a por ella». Así resume el espíritu con el que nació hace nueve años este proyecto Sonsoles Prada, una de las cooperativistas.
«Yo no quiero ir a una residencia, quiero seguir estando con amigos», asegura Sonsoles. Por eso, vive con mucha emoción el momento presente: «Es como el sueño que pensabas en él de forma teórica y ahora te das cuenta de que estamos aquí los amigos y algunos más».
La inauguración de Villa Rosita fue un momento de celebración por haber logrado un objetivo por el que han trabajado larga e intensamente. La alegría aparecía mezclada con los nervios por la mudanza y por este paso vital tan trascendente. En el caso de las personas invitadas, esta celebración tenía otra lectura no menos positiva: «sí se puede» lograr el sueño. Marga Torrego, presidenta de Jubilares y coordinadora del proyecto Comunidades de Cuidados, lo resumía de esta manera: «Todos somos un poco Villa Rosita».
Marga Torrego cree que es especialmente destacable la aportación mutua que ha supuesto el trabajo de estos tres últimos años, una labor de formación e investigación que ha permitido a las siete cooperativas de cohousing participantes —entre ellas el Jubilar Villa Rosita— desarrollar un proceso de reflexión grupal y elaborar una estrategia de cocuidados para planificar cómo van a convivir, también en caso de que se presenten necesidades de apoyo o situaciones de dependencia.
El objetivo del proyecto, recuerda Torrego, es «generar espacios no institucionalizantes» y, paralelamente, ofrecer a las Administraciones públicas un apoyo en forma de experiencias y de evidencias, «para generar esas políticas públicas necesarias que apoyen estos modelos». Esta es, a su juicio, «la principal aportación de Villa Rosita a Comunidades de Cuidados como parte del proyecto y de Comunidades de Cuidados que entregamos a la sociedad».
Sole Sánchez, socia del Jubilar Villa Rosita, considera que su participación en Comunidades de Cuidados les ha dado «un empujón muy grande, nos ha hecho pisar más fuerte, conocer más medios y, sobre todo, establecer una red muy rica, muy importante, con otras comunidades como nosotros».
«Es una comunidad muy unida, muy afín, con unas expectativas comunes de tener una vida muy activa dentro de la comunidad, de mucha comunicación, de mucha convivencia, además para proyectarnos también hacia la comunidad exterior, hacia el pueblo. Posteriormente, en el momento que surjan las necesidades de cuidados o de dependencia ayudarnos hasta el momento final. Es decir, no dejarnos solos en ningún momento», resume Miguel Ángel Ballesteros, socio de Villa Rosita.
Javier Martín, socio de Villa Rosita y uno de los primeros en irse a vivir a su nueva casa, piensa que «lo más importante es la lucha contra la soledad, la convivencia de todos juntos y, sobre todo, los cuidados, la compañía, la amistad que nos vamos a tener».