El pasado 12 de mayo celebramos en el Imserso una jornada dedicada de forma monográfica a «Los cuidados en el cohousing. Los retos de las viviendas colaborativas para toda la vida», que reunieron a cooperativas de cohousing y distintas personas expertas en el tema procedentes del ámbito académico, de la economía social y de las instituciones.
Esta jornada se enmarca en uno de los objetivos del proyecto Comunidades de Cuidados: la sensibilización, formación e incidencia para ayudar a difundir buenas prácticas y promover el trabajo en red, la transferencia de conocimiento y de evidencias para favorecer cambios en el modelo de cuidados de larga duración, en este caso en relación con el cohousing.
En línea con este objetivo, uno de los puntos destacados del programa del 12 de mayo fue el conversatorio entre representantes de las cooperativas participantes en la línea 1 de trabajo de Comunidades de Cuidados: Abante Jubilar Sevilla, Alicante Convivencia, Alicante Ágora Cohousing, Axuntase, El Ciempiés, Jubilar Villa Rosita y Walden XXI.
Todas ellas compartieron con el público asistente sus respectivas experiencias en el diseño de sus estrategias de cocuidado. Haciendo gala de lo que denominaron un «envejecimiento activista» señalaron que se trata de procesos complejos y enriquecedores y agradecieron la metodología y el asesoramiento de profesionales puestos a su disposición en el marco de Comunidades de Cuidados.
De una u otra forma, todas las intervenciones pusieron de manifiesto la necesidad de impulsar el modelo de vivienda colaborativa desde las instituciones y ampliar la investigación sobre las cooperativas existentes, máxime cuando los datos disponibles hasta el momento —aunque limitados— confirman la mejora en la calidad de vida de las personas que viven en un cohousing. También quedó patente que uno de los principales desafíos, sino el mayor, es hacer posible que el cohousing puede ser un hogar hasta el final de la vida incluso en situaciones de grandes necesidades de apoyo o dependencia sin caer en patrones institucionalizantes (es decir, sin convertirse en una residencia).
Desafíos del cohousing: transformaciones económicas, institucionales, sociales, de género… y más investigación
A lo largo de la jornada se evidenciaron algunas de las realidades y desafíos más importantes para hacer realidad una cooperativa de vivienda colaborativa o cohousing, tanto si es intergeneracional como sénior. Planificada como un ejercicio de reflexión colectiva, las distintas sesiones combinaron la presentación de datos y experiencias con la formulación de algunas incógnitas o desafíos a los que el proyecto Comunidades de Cuidados está tratando de dar respuesta.
Sara Ulla, coordinadora de Estudios y Apoyo Técnico y responsable del Área Internacional del Imserso, organismo que acogió este evento, planteó la enorme complejidad de las viviendas colaborativas para toda la vida viene dada por la suma de decisiones que es necesario tomar en distintos planos: personal, grupal, comunitario y con la Administración.
Ulla desgranó algunas de las preguntas que articularon las mesas y conversatorios que tuvieron lugar a lo largo del día. Cuestiones, admitió, que “no son sencillas de resolver”, por ejemplo: “¿A cuántos de nosotros y nosotras nos gustaría vivir en un cohousing cuando seamos mayores? ¿Estamos dispuestos a que las normas de nuestra casa sean decididas en grupo, por ejemplo, si podemos tener mascota”?
La coordinadora de Estudios del Imserso dejó claro que la Administración tiene también una parte importante de responsabilidad en la configuración del cohousing para toda la vida, ya que “los cuidados son un derecho y ese derecho tiene que estar garantizado con independencia de donde vivíamos y con quién”.
Todo ello quedó plasmado en las conclusiones finales que, partiendo de la hipótesis de que vivir en un cohousing impacta positivamente en el bienestar de sus integrantes —corroborada por la investigación, sintetizaron algunas de las prioridades para desarrollar el modelo y que alcance su potencial de innovación social como fórmula óptima de convivencia, también para personas en situación de dependencia:
- Mejorar la asequibilidad económica.
- Reducir los tiempos de desarrollo de los proyectos (actualmente la media se sitúa en unos diez años).
- Atender a la perspectiva de género.
- Trabajar desde un enfoque de derechos.
- Alejarse de los modelos institucionalizantes, es decir, no convertirse en una residencia.
- Potenciar la investigación sobre el modelo.
- Clarificar la relación con las Administraciones para resolver la ambivalencia de los marcos normativos: ¿Qué implica que las viviendas colaborativas se consideren bien de interés social? ¿Los marcos normativos ayudan —por ejemplo, mediante la cesión de suelo— o limitan —por ejemplo, con la imposición de ratios—? ¿Cómo evitar que la regulación aleje al cohousing de su esencia y lo convierta en un tipo de residencia?
- Hacer valer la condición del cohousing de «laboratorio de innovación social».
- Desarrollar estrategias que promuevan el trabajo en red, la proactividad y la concreción al identificar necesidades y soluciones, de cara a mejorar la incidencia.
- Desarrollar una cultura de la participación, con modelos de gobernanza, metodologías y perfiles profesionales de facilitación para dinamizar los procesos, mejorando su reproducción.
Las ventajas de vivir en un cohousing
Junto con los testimonios en primera persona de distintas personas socias de cooperativas de vivienda colaborativa, en varias ponencias se pusieron de manifiesto las ventajas del cohousing como alternativa a la vivienda en propiedad o en alquiler. Daniel López, investigador del proyecto MOVICOMA (que estudia el auge, desarrollo e impacto del movimiento de vivienda colaborativa de personas mayores en España) destacó el valor de la comunidad para lograr envejecer de otra manera.
Una de las alternativas comunitarias para envejecer es el cohousing que, a juicio de este experto, sigue siendo un experimento social incluso en países como Dinamarca, donde está mucho más desarrollado, porque la mayoría de la gente no sabe a nivel práctico lo que supone vivir en comunidad.
Daniel López trazó el perfil de las personas que conforman las comunidades de viviendas colaborativas sénior en España y distinguió entre la tercera y la “cuarta edad” (aquella en la que se necesitan apoyos y pueden aparecer situaciones de dependencia) y, a la hora de determinar si el cohousing es una opción viable para esa “cuarta edad”, destacó que el desafío es “cómo envejecer con cuidados sin que se convierta en una institución asistencial”.
Para evitarlo, recalcó la importancia de que este tipo de viviendas sean cooperativas porque “la dirección tiene que estar en manos de las personas mayores” para asegurar una gobernanza democrática. “Si la dirección pasa a manos de los profesionales, de la gente que cuida —advirtió—, seguramente eso acabará siendo una residencia. Los profesionales tienen que seguir las directrices de los cooperativistas. Es el principio de autogestión y de vida independiente”.
Javier Blanco, de la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS), destacó la contribución del cohousing a crear «comunidad y salud», así como «cuidados y jubilación activa en el caso de las sénior».
Blanco describió el impacto social del cohousing en términos de:
- Mejora del acceso a la vivienda (más asequible y sin especulación).
- Mejora de la salud, el bienestar y el envejecimiento, retrasando la dependencia.
- Facilitación de los cuidados, la conciliación, la crianza y la educación.
- Sostenibilidad ambiental (eficiencia de recursos y consumos).
- Reducción de la presión y sobrecarga de los servicios públicos.
- Mayor resiliencia y capacidad de adaptación ante contingencias.
- Fomento de la cooperación y la solidaridad, poniendo fin al aislamiento social (soledad no deseada).
- Ausencia de ánimo de lucro (economía al servicio de las personas).
- Enriquecimiento del entorno (comunidades abiertas a la vecindad).
«Estas aportaciones sociales son las que creemos que nos legitiman para pedir muchísimas cosas a la Administración, porque pensamos que aportamos mucho a la sociedad», defendió el representante de REAS. Fruto de esta convicción, han elaborado un catálogo de medidas propuestas a la Administración, algunas de las cuales «ya se están empezando a implementar».
Este conjunto de medidas incluye las siguientes:
- Extensión de las ayudas al alquiler a la cesión de uso.
- Ayudas para afrontar el coste de la construcción o la rehabilitación.
- Consideración especial a efectos urbanísticos como espacios comunitarios.
- Sistema de garantías públicas para asegurar el acceso a la financiación.
- IVA superreducido del 4% para la construcción.
- Cooperativas «especialmente protegidas».
- Inclusión en la cartera de servicios sociales.
- Provisión de suelo público en régimen de derecho de superficie.
- Recursos y difusión para impulsar el modelo.
«Son muchas peticiones de poco coste y poca dificultad. No un coste mayor —puntualizó Javier Blanco—del que supone el apoyo que se está dando a otros modelos».
Un movimiento más fuerte y coordinado desde la base que está logrando avances para promover el cohousing
A lo largo de la jornada quedó patente la creciente fortaleza del movimiento social que apoya el cohousing, gracias a lo cual se están logrando múltiples avances en términos de reconocimiento del cohousing, tanto desde el punto de vista legal como de la opinión pública.
El creciente conocimiento del cohousing en la sociedad parece evidente: «Hemos pasado del desconocimiento total, de las experiencias pioneras únicas, a la moda», bromeó Javier Blanco (REAS), al tiempo que citó otros aspectos positivos, como que «el Plan Estatal de Viviendas contemple financiación específica para la cesión de uso». Hay también «ayudas diseñadas, trabajadas y puestas en práctica en varias Comunidades Autónomas como Cataluña, Canarias, Comunidad Valenciana» y una «implicación municipal» cada vez mayor.
En cuanto a la financiación por parte de las entidades bancarias, se está trabajando con muchas de ellas para dar a conocer el modelo. Fruto de esta labor, frente al desconocimiento y los recelos iniciales, Blanco admitió que «ya existe algún grupito de entidades, lógicamente vinculadas con la economía social, que están trabajando y colaborando para dar la financiación necesaria.
Casos de éxito del movimiento de cohousing o vivienda colaborativa: el ejemplo de Canarias
Uno de los mejores exponentes del dinamismo de los distintos colectivos de vivienda es el del cohousing intergeneracional El Ciempiés, de Arucas (Gran Canaria). José Miguel Marrero, miembro del Consejo Rector de esta cooperativa, expuso durante el encuentro las claves de los sucesivos logros que han alcanzado, entre ellos el «trabajo en red» a través de la organización no formal (carece de personalidad jurídica) Vicaco, una entidad de reciente creación que «coordina el movimiento de vivienda colaborativa en Canarias».
La Red Vicaco ejerce como lobby no para presionar, sino para «informar y lograr la colaboración» de las Administraciones, «difundir este modelo de vivienda y compartir información y recursos entre los distintos colectivos que la conformamos». La metodología de funcionamiento es el trabajo «por hitos» o por proyectos (preparación de leyes, convocatorias, etc.), de forma «muy operativa y muy ágil».
Las claves de su trabajo, junto con el trabajo en red, han sido «una actitud muy proactiva y muy colaborativa», así como el planteamiento de necesidades y soluciones concretas, y, por último «mucho amor y mucha paciencia porque la Administración tiene sus tiempos y hay que respetarlos».
Entre los logros más significativos del movimiento canario está la Ley de Sociedades Cooperativas Canarias, que incluye el «reconocimiento jurídico» de las cooperativas de viviendas colaborativas, superando la indefinición previa. Esta ley contempla también «el blindaje del modelo» con la asunción de algunos de sus principios básicos (ausencia de ánimo de lucro, apoyo mutuo, solidaridad, etc.), la prohibición de la transmisión del derecho de uso intervivos y la posibilidad de priorizar a las personas convivientes en la sucesión mortis causa. Además, otro de los aspectos importantes de esta ley es que «abre la puerta a que las viviendas colaborativas puedan ser consideradas equipamiento de servicios e interés social», señaló José Miguel Marrero.
El papel de las Administraciones para el desarrollo del modelo de vivienda colaborativa para toda la vida
Cada vez más Administraciones están regulando el cohousing o viviendas colaborativas. Durante la jornada del 12 de mayo, Jorge Toledo, consultor y facilitador experto en cohousing, presentó las primeras conclusiones del estudio comparativo que ha realizado, a petición de Comunidades de Cuidados, sobre las distintas normativas autonómicas en materia de cohousing, una tarea de regulación que es interesante para las Comunidades Autónomas pero también para quienes viven o están formando una vivienda colaborativa, tanto desde el punto de vista de su encaje urbanístico como del acceso a ayudas.
Jorge Toledo destacó las cuatro mayores implicaciones que tiene la regulación del cohousing para este tipo de comunidades:
- Encaje urbanístico distinto (por ejemplo, que se pueda construir sobre suelo dotacional).
- Mayor claridad sobre el acceso a ayudas públicas en relación con los cuidados (como las destinadas a la promoción de la autonomía personal y atención a la dependencia).
- Mayor claridad sobre el acceso a los servicios públicos, tanto si son los mismos que para personas que viven en un domicilio convencional como si son diferentes.
- Supervisión pública del cumplimiento de los derechos a los cuidados de quienes residen en un cohousing en caso de que el cohousing quiera formar parte del encaje institucional del modelo de cuidados.
La jornada del 12 de mayo contó también con representantes de las Administraciones locales, en concreto la concejala de Mayores del Ayuntamiento de Murcia, Paqui Pérez, y la directora general de Mayores del Ayuntamiento de Madrid, Lucrecia Adeva. Ambas explicaron las acciones emprendidas desde sus respectivos ayuntamientos en relación con el cohousing, muy en particular en lo que se refiere a su integración en el sistema de servicios sociales y el impacto que ello tiene en el modelo de cuidados de estas comunidades, desde el punto de vista de los condicionamientos y la institucionalización de los cuidados que puede suponer el apoyo público a este tipo de iniciativas.
Las responsables de Mayores de Madrid y Murcia admitieron que en el seno de las Administraciones perviven muchas resistencias hacia el cohousing, en gran medida por desconocimiento ante un modelo todavía nuevo. En este sentido, Paqui Pérez destacó que el mayor avance en su ciudad ha sido la celebración del Foro “Conectando vidas”, celebrado en marzo de 2023, que ha reunido a técnicos municipales con numerosas personas expertas de todo el Estado.
Por su parte, Lucrecia Adeva subrayó el avance que supone la próxima cesión de tres parcelas de suelo público para la construcción de otros tantos cohousing. El proceso, que ha supuesto tres años de trabajo, ha permitido “calificar las parcelas que podían ser objeto de cohousing a través de equipamientos de bienestar social para que todo tuviera paraguas jurídico y fueran consideradas como un recurso más dentro del sistema público de servicios sociales”. Como contrapartida, esas comunidades deberán someterse a la normativa autonómica que regula los equipamientos de bienestar social, lo que puede no coincidir con sus propios principios y estrategias de cuidado. “Flexibilidad va a haber cero si estás en una parcela municipal o en una parcela privada pero te quieres registrar como recurso dentro del sistema público de servicios sociales. La normativa va a exigir unas ratios [de personal de cuidados] y son las que son”, admitió Adeva.
En relación con las exigencias normativas a las comunidades que se ubiquen en suelo público y su inclusión en el sistema público de cuidados de larga duración, desde el movimiento de cohousing o vivienda colaborativa, José Miguel Marrero de la cooperativa El Ciempiés intervino para marcar diferencias entre el cohousing y las residencias. A su juicio, “no podemos dar las mismas soluciones a problemas nuevos. Somos proyectos nuevos y tenemos que dar soluciones nuevas, no se nos puede ver con el mismo prisma que se ha visto para la dependencia, las residencias y todos los servicios para la dependencia”.
“A lo mejor a los cohousing no nos interesa que se nos considere como un centro —puntualizó Marrero—, a lo mejor sencillamente nos interesa que se nos den una serie de facilidades que nos permitan acceder a determinadas ayudas” y puso como ejemplo las ayudas a la vivienda.
“No somos alternativas a las residencias, somos otro recurso completamente diferente. Un alto porcentaje de las personas que van a residencias es por temas de soledad, o por falta de apoyo de sus familiares, porque están trabajando y tienen necesidades que no pueden atender. Pero esas personas con un determinado apoyo en el domicilio, no tendrían por qué ir a una residencia. Eso se puede dar en los cohousing”, afirmó.
También en representación del movimiento de vivienda colaborativa, Jorge Toledo puso en valor las oportunidades que pueden abrirse como resultado de la regulación del modelo, ya que brinda la posibilidad de delimitar qué somos y dónde estamos. “De alguna manera, el regularse nos da pista para avanzar más tranquilamente, pero también nos compromete”. Toledo hizo un llamamiento para avanzar aprovechando que estamos en “un momento muy bonito del modelo, en que podemos establecer cómo queremos esa relación con la Administración, lo público, lo privado, lo comunitario”.
Cocuidados: una visión amplia, compleja y transformadora
En el conversatorio de las cooperativas de cohousing implicadas en el proyecto Comunidades de Cuidados, que fue codiseñado por todas ellas y moderado por Lourdes Bermejo, desgranaron algunas de las claves del trabajo que han venido realizando en el marco del Taller 3, encaminado a generar en cada una de ellas una estrategia de cocuidado, entendida como un documento dinámico, cuya finalidad es hacer posible la vida en el cohousing con los apoyos que se precisen en cada etapa vital.
El Taller 3 es una propuesta metodológica que aúna recursos de la gerontología social, la educación social y otras disciplinas para favorecer la reflexión individual y conjunta y su plasmación en un compromiso común en cada una de las cooperativas participantes. Ha consistido en sesiones presenciales, virtuales, trabajo interno de cada comunidad y, además, el acompañamiento de un facilitador de confianza para los grupos.
En el encuentro del 12 de mayo las cooperativas de cohousing presentaron algunas de las reflexiones en las que están trabajando y plantearon su visión de lo que son los cuidados como “una protección integral y recíproca (por eso cocuidados)”, explicó Lola Fernández, la representante de Axuntase. En esta misma línea, entienden el apoyo mutuo como “una necesidad de interdependencia recíproca que tenemos todos los seres” y que les lleva a unirse. “Es un apoyo altruista —detalló— con el propósito de tener una vida con significado y que tenga una huella de compromiso y de transformación”.
Por su parte, Carmen González, presidenta del Jubilar Villa Rosita de Torrelodones (Madrid), agradeció el apoyo del proyecto Comunidades de Cuidados porque les ha permitido llevar a cabo “un trabajo muy sistemático”. “Los cuidados y el apoyo mutuo hay que trabajarlo de una manera muy exhaustiva y, a ser posible, con gente de fuera que organice el trabajo”, opinó Carmen González. “Trabajar sobre cuidados es bastante difícil, pese a que hemos podido hablar de cómo nos sentimos, de nuestros miedos, de los temores a no adaptarnos a la vida cuando estemos allí o a quedar alguien excluido de los grupos, esos miedos que todos tenemos y que muchas veces es muy difícil expresarlos, también hemos tenido oportunidad de hablar de las cosas que nos preocupan”.
El compromiso de cuidarse de forma recíproca en un cohousing está directamente vinculado al propósito de este tipo de comunidades intencionales y a los objetivos personales de quienes deciden formar parte de ellas. “No es fácil, quiero vivir sola, ser autónoma y libre de vivir mi vida, pero al mismo tiempo estar acompañada y compartir mi alegría por vivir. Parece contradictorio, pero no: en el cohousing lo encuentro todo”, explicó Montserrat Mariné, miembro de la cooperativa de cohousing sénior Walden XXI, de Sant Feliu de Guíxols (Girona).
Cuidar el propósito de vida individual y grupal es uno los motores de las cooperativas de cohousing y una de las formas de cocuidado que más se valora. María del Mar Alonso, de la cooperativa canaria El Ciempiés lo sintetizó de esta manera: “Mantenernos en nuestro lugar, ser fieles a lo que queremos hacer como proyecto de vida y esto desde luego el cohousing o un proyecto de cohousing es una situación privilegiada por el abanico tan grande de relaciones, de impactos de todo tipo”.
Durante el conversatorio, las personas representantes de cada una de las cooperativas hicieron hincapié en la complejidad y también la riqueza y la belleza de los procesos para formar una comunidad de estas características. “Ya el trabajo de grupo que estamos haciendo por acercarnos, por comprendernos, por escucharnos y por entender cada uno cómo funcionamos en esta vida… porque además venimos de sectores de la vida y de localidades muy diferentes… Ya tiene un sentido muy potente el hecho de que el grupo permanezca, que la ilusión siga adelante”, explicó Javier Rey, de la cooperativa alicantina Ágora Rabasa.
José Pineda, miembro de la cooperativa Abante Jubilar Sevilla destacó la importancia del grupo humano, por encima incluso de las cuestiones materiales o arquitectónicas del proyecto. “Cuando tú entras en una comunidad de estas características quitarte el yo y pensar más en el nosotros. No es fácil, pero es la clave del éxito del proyecto”, aseguró.
De acuerdo con la experiencia de este cohousing sevillano, la existencia de objetivos y valores compartidos es clave. “El grupo humano tiene que partir de unas bases que se establecen entre todos, y al principio nos tenemos que marcar unos objetivos claros, conocidos por todos, estimulantes y alcanzables. Aparte de los objetivos, ese grupo tiene que marcarse unos valores que de alguna forma también forman parte de lo que tenemos que hacer en el futuro”. En el caso de Abante, estos valores son “ser flexibles, la compasión, la empatía, el amor, el humor, la alegría…”. Son estos valores los que, en situaciones de conflicto, constituyen una guía para avanzar.
La participación de todas las personas que forman un cohousing en la vida de la comunidad es esencial para que los proyectos se consoliden. Mª Trinidad Ribera, de Alicante ConVivencia, compartió la forma en la que su cooperativa trabaja para garantizar que la participación sea libre y respetuosa. “Lo más importante es el camino y la belleza de lo que supone la creación de las relaciones y la participación, por ejemplo. A mí me parece mágico cómo se ha ido haciendo todo el proceso”, señaló.
En cuanto a los elementos que les han ayudado en el proceso, la representante de Alicante ConVivencia señaló que su experiencia con un facilitador ha sido muy “liberadora” y recomendó contar con este tipo de profesionales, precisando que no se trata de una relación de “obediencia ni una guía ciega. El facilitador es tan importante como la actitud de colaboración del grupo y realmente de escucha”.
La moderadora del conversatorio y coordinadora del Taller 3, Lourdes Bermejo, destacó el valor de la reflexión compartida en torno a los cuidados, las “actitudes y aptitudes bárbaras” que requiere y los documentos dinámicos a los que va a dar lugar y aplaudió la contribución del proyecto a “que se genere esta cultura de la reflexión” necesaria en nuestra sociedad.